El trío está formado por padre e hijo: Leo Fernández y Jaco Fernández Malig, de 15 años, más Raúl Islas, maestro de Jaco e histórico integrante de Maplot. El rock progresivo es el género dentro del que encuadran sus búsquedas sonoras.
Sienten gran satisfacción por haber logrado que la banda Rey Lizard alcanzara su propio sonido. Formada en 2014, en vísperas de aquel otro Mundial de Fútbol de Brasil, el trío marplatense dará ahora un paso clave en su historia. Por primera vez se presentará en un teatro, en la sala Melany (San Luis 1750), en un show que será mañana sábado a las 21,30.
El rock progresivo y un alto nivel metafórico en las letras se mixturan, además, con las edades de sus integrantes. Raúl Islas (58) desde el bajo y el bandoneón, y Leonardo Fernández (56) desde la percusión suman su experiencia a la vitalidad de Jaco Fernández Malig, guitarrista e hijo de Leo y alumno de guitarra de Islas, con apenas 15 años.
“A mi me encanta” la banda, asegura el joven músico. Y dice que el lema es compartir. Jaco lo hace con las músicas nuevas que lo influencian y los más grandes con sus históricas formaciones de rock.
No es un dato menor que Islas haya sido uno de los fundadores de Maplot, histórica banda vernácula de los ´80 marplatenses, integrada también por el recordado Jacky Patruno. Y Leo viene, a su vez, de otras bandas, de tocar junto a Neven-k y de ricas experiencias audiovisuales que responden a su espíritu inquieto. Sus documentales sobre las experiencias anarquistas son un todo un clásico, al igual que una cinta sobre Alberto Bruzzone.
“Nosotros aprendemos de él”, retruca su papá, quien elogia las condiciones de Jaco. “Es lindo tocar con tu hijo, pero es más interesante poder tocar la música que pasa por la cabeza de Jaco, los más grandes nos adaptamos a cómo él procesa todo, es creativo y salen cosas nuevas”, admite frente a LA CAPITAL.
En 2014, Jaco ganó en su categoría dentro de un certamen de batería que se llamó Cerjubat y que se realizó varios años en Mar del Plata. Antes, en otra edición, con nueve años tuvo una mención de honor. Siempre precoz, al finalizar 2014 se presentó en un recital en homenaje a Emerson Lake and Palmer. El baterista Carl Palmer es uno de sus ídolos.
“A veces lo reto cuando pone mucho volumen a la guitarra y no deja afinar”, ríe Islas, su maestro. No obstante, los tres aseguran que un espíritu libertario, de juego y diversión, recorren los ensayos.
Ahora, tras varios años de recorrido -la banda empezó a gestarse como tal en el invierno de 2015-, los tres sienten que se va cerrando un círculo: los objetivos proyectados fueron alcanzados y los esperan otros desafíos.
Por lo pronto, atrás quedan los café y los espacios reducidos en los que fueron probando canciones, probándose con ese material y, a su vez, probando al público que sigue el rock progresivo que gestan en cada composición. Un rock progresivo que no deja de lado el contenido “telúrico” de los bandoneones de Piazzolla o del folklore argentino.
Ahora, tocar en la sala Melany con este espectáculo que titularon “Sumergidos en pausa” supone trazar nuevas metas, en un camino que parece no tener techo.
Tras el disco “El viento nos volvió locos”, primer material de la banda, asoma otro disco con nuevos temas y fusiones, otra de las flamantes metas esbozadas en la cabeza del trío.
“El rock progresivo toma algunos niveles o algunas variables, como la estructura del concierto clásico, la improvisación del jazz, la ambientación electrónica, tiene que tener un contenido muy fuerte en su letra, temático o ecológico, puede recurrir a los mitos pero trabajados de forma crítica y también tiene que tener una base rítmica potente, la batería y el bajo son fundamentales”, explica Leo, conciente de que es un género tan amplio que admite búsquedas nuevas y la entera comodidad de Jaco, quien no encuentra contradicciones en escuchar hip hop y someterse al encanto de Pink Floyd o Génesis, mucho menos al de su amado Palmer.